¿Qué
hacer cuando la madre quiere dar vida a embriones congelados y el padre se
opone?
Responde un experto en
bioética
¿Qué pasa
cuando una madre quiere dar vida a embriones que ha congelado pero el padre se
opone? Los embriones tienen derecho a vivir, y los padres de los mismos han de
asumir su deber de darles asistencia, responde el padre Fernando Pascual L.C.,
sacerdote y profesor de filosofía y de bioética en el Ateneo Pontificio «Regina
Apostolorum» de Roma, ante un caso judicial que acaba de salir a la opinión
pública.
--¿Podría
resumirnos el nuevo caso que enfrenta la justicia respecto a los embriones
congelados?
-- P.
Fernando Pascual: En Dublín los tribunales se encuentran con la demanda de una
mujer que quiere acoger a tres embriones congelados, hijos suyos y de su
ex-marido. El problema está en la oposición de su marido, que vive separado de
ella, y que presiona para que esos embriones sean destruidos o vendidos. Por eso
los jueces deben resolver la cuestión: ¿quién tiene la última palabra sobre la
vida y la muerte de esos embriones?
-- ¿Qué
principios éticos están en juego en este caso?
-- P.
Fernando Pascual: Existe el peligro de ver el caso como una lucha entre el
hombre y la mujer, como un caso más de prepotencia de los esposos contra la
libertad de las esposas. Otros podrían leerlo al revés, como el papel casi
decisivo que tienen las mujeres respecto de la vida de los hijos, un papel que
oscurece y que deja de lado completamente a los padres. Pero ambos enfoques son
insuficientes. Lo principal a tener en cuenta es el valor de la vida de esos
embriones, que son, sobre todo, hijos.
--¿Podría
explicarse mejor?
-- P.
Fernando Pascual: Siempre es un error el concebir (algunos dicen «producir»)
embriones en laboratorio. Pero si tales embriones han sido concebidos, merecen
ser tratados como cualquier ser humano. Tienen derecho a un padre y a una madre,
a ser acogidos en el seno de sus madres, a nacer y a ser cuidados y mantenidos
durante su niñez. No podemos, por lo tanto, limitarnos a verlos como «objetos»
sobre los cuales litigan o discuten los padres biológicos, que tienen, ante sus
hijos, serias obligaciones de asistencia.
--Entonces,
¿cómo habría que proceder en casos como éste?
--P.
Fernando Pascual: Estos embriones ya han sufrido una grave injusticia: fueron
concebidos en laboratorio («in vitro») y luego fueron congelados. Merecen ahora
ser «salvados» por su madre, ser transferidos a las trompas de fallopio para
tener así una oportunidad de vida.
--¿Y qué
pasa con la voluntad del antiguo esposo que no quiere «ser forzado» a ser padre
contra su voluntad?
-- P.
Fernando Pascual: Se equivocaría él si dijera que va a llegar a ser padre
«contra su voluntad». Ya es padre desde el momento en que los embriones fueron
concebidos. Por lo tanto, la esposa cumple con un deber (no es sólo un derecho) al pedir
que los embriones le sean transferidos, y el antiguo esposo (que ya es padre)
tendrá que apoyar económicamente al mantenimiento y educación de sus hijos.
Decir que se le «impone la paternidad» es totalmente falso: la paternidad la
aceptó al decidir, con la que entonces era su esposa, ir a la clínica de
fertilidad. Por lo tanto, padre y madre tienen deberes muy serios ante aquellos
embriones que son sus hijos.
--Si hubiera
sido la esposa quien rechazara esos embriones y el esposo pidiese que se les
respetase y se les permitiese nacer, ¿cómo habría que actuar?
-- P.
Fernando Pascual: En este segundo caso, hipotético pero no imposible, la madre
tendría que acceder a acoger a sus hijos en su seno. Si por motivos médicos ya
no puede hacerlo, o se niega a cumplir ese gesto elemental de justicia y de
maternidad, los embriones podrían ser adoptados por alguna otra pareja. Esta
idea es, hoy día, un punto de discusión entre los teólogos católicos, pero
parecería lo más correcto en favor del derecho a la vida que ya tienen esos
embriones. Hay que recordar siempre que el derecho a nacer no les viene de ser
queridos por alguien. Lo tienen porque son seres humanos, y en función de su
dignidad estamos llamados a promover su acogida para que puedan nacer y vivir en
el mejor ambiente familiar que podamos ofrecerles.
--¿No es
posible evitar situaciones tan dramáticas?
-- P.
Fernando Pascual: Sería bastante más fácil si tomamos conciencia de que la vida
no es juego. La fecundación artificial (a veces llamada «procreación asistida»)
lleva a un cúmulo de injusticias y de situaciones absurdas, además de permitir
que los hijos sean vistos cada vez más como un capricho y no como un don que
nace desde el amor de los padres. Además, hemos de promover la educación para la
fidelidad de los esposos, con el fin de evitar rupturas entre quienes ya tienen
hijos. Es importante proteger a la familia, que es el principal santuario de
la vida.
Conviene recordarlo en el contexto del V Encuentro Mundial de
las Familias, que tendrá su cumbre los días 8 y 9 de julio con la visita del
Papa Benedicto XVI a Valencia.
Fuente: ZENIT.org-El Observador, 6 julio
2006